“Y si no te gusta lo que traje… ¡adiós! Que de algún modo, seguiré mi viaje”
Álvaro Carrillo
Tolerar o no tolerar, permitir o no permitir alguna acción o hecho. Dilemas ante los cuáles nos enfrentamos seguido en la vida y los cuáles dependen de una actitud o acción externa que uno decide nos afecte y en qué nivel lo haga.
Mucho se ha escrito sobre la importancia de la tolerancia, como un valor o principio, incluso la famosa frase de Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte, tu derecho a decirlo”, ha servido para promover infinidad de campañas sobre la importancia de la tolerancia, en cuanto a respetar que otros piensen diferente a nosotros.
No obstante ¿cuál sería el límite a ella? ¿En qué momento sentimos que nos afecta la intolerancia? Evidente es, cuando rebasa nuestra esfera de derecho, cuando confrontamos ideas con personas que pretenden hacernos pensar igual, pero combatir la intolerancia con lo mismo, implica un círculo o espiral de intolerancia, ante eso se deberán aplicar los límites, personales o sociales en forma de normas o leyes, fuera de tal restricción o imposición del respeto a tolerar, la libertad debe prevalecer.
La tolerancia es respeto a la libertad ajena, de pensar, actuar, ser, estar, querer algo diferente o con lo que nosotros estamos en contra. Representa el respeto a que otra persona sea como le plazca, aún sea que eso nos “reviente” o quisiéramos cambiarlo a cualquier costo.
La tolerancia no viene en los genes, la única intolerancia que se hereda de esa forma es a la lactosa, para el resto de las cosas, uno debe practicarla, como forma de vida, una persona tolerante difícilmente crecerá un hijo intolerante, aunque haya excepciones que rompen las reglas.
En nuestra vida muchas veces toleramos ciertas situaciones que no debíamos por cariño, evitar una confrontación o porque en realidad no consideramos afecta mayormente, pero lo que uno puede o no tolerar es subjetivo, dependerá de los propios límites y del valor que determinada actitud o situación tenga. Siempre y cuando no sintamos que nos “pasan por encima” no habrá razón para poner un límite, pero lo recomendable sería tener éste bien definido, porque el día que uno define límites cuando los siente rebasados, seguramente los definirá sin pizca de objetividad y razón y mucha víscera.
Yo por eso digo que uno no puede ir por la vida tratando de cambiar al mundo entero y mientras “no le pase por encima a alguien”, si no les gusta mi forma de ser, pensar o actuar, ¡que le pongan flores!. Claro está, yo en la medida que no rebasen ni falten al respeto, igualmente se las pondré con respecto al mundo entero, de ser necesario.
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