lunes, 15 de marzo de 2010

Y qué con los consejos?

“Siempre es bueno dar consejos, pero darlos buenos es fatal.”
Óscar Wilde


Darlos, pedirlos, escucharlos, rechazarlos o seguirlos… hablando de consejos, es en sí un brete, porque para que alguien se atreva a pedirlo trae implícito un juicio respecto a la persona a la que se acude, es hallar empatía y darle reconocimiento a su capacidad de análisis, su bondad (e incluso maldad) y sensatez.

Para pedir consejos en éstos tiempos modernos, incluso se recurre al internet, cientos de sitios hay especializados en ellos, gratuitos y de paga, seguramente el hecho del anonimato desinhibe tanto al que pide como al que otorga consejo.

Algunos prefieren acudir con el sacerdote o autoridad de la religión que profese, incluso creo que una manera con que se cuenta es acudir al llamado sacramento de la confesión, así tendremos a una persona preparada, que seguramente habrá escuchado lo inimaginable en secretos de confesión y sabrá guardar el secreto por lo menos 2,000 años a partir del día que se los confiemos, además nos ilustrarán o darán alguna luz sobre el camino a seguir, porque para eso están ¿o no? eso, en el supuesto caso que se tuviera la confianza en la autoridad eclesiástica, cosa que cada vez se pierde más.

Otra forma de buscar consejo es acudir con un profesional, de los cuales seremos sus pacientes, o para otros con menos ética, simples clientes, con ellos se tendrá la garantía que nomás nos acercarán a la lógica de tomar la mejor decisión con los elementos que queramos darles. Otros acuden con adivinos, tarotistas e incluso hoy en día se han desarrollado negocios llamados “Coaching de vida” que entiendo busca obtener el máximo potencial de una persona y su plenitud y equilibrio en su diario vivir, ah pero ¡qué a rompe madres se lee!

De menos, tengo la fortuna de conocer personas que seguramente no me dan los consejos más agradables, lo que implica en la mayoría de los casos, que sean los mejores. Si un día alguien pide un consejo y hace exactamente lo contrario a lo sugerido lo mejor es no frustrarse, normalmente uno puede dar consejos, pero no dar conductas, además que quien más necesita un consejo, rara vez lo desea.

Yo pienso, con la corta experiencia que tengo, por culpa del teflón del que estoy recubierta, el mejor consejo es el que uno mismo puede darse sin evadir ni mentirse, la respuesta siempre estará en uno mismo, y en la medida que escuchemos esa voz interior, conciencia le dicen algunos, estaremos ante el mejor paso dado, o el más adecuado, porque finalmente lo que se haga o no en determinado momento sólo quien tome la decisión deberá enfrentar el peso de la misma. Eso quiere decir, que a la hora de los madrazos nadie más que uno estará ahí para enfrentar al monstruoso Jabberwocky como la Alicia de Tim Burton; o bien su propio infierno o paraíso.

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