Por fin nace el que será llamado el "Ratón", para efectos prácticos, ya dije que me pareció el recién nacido más bonito que había visto en mi vida, sí sé que no lo fue. Por razones que no corresponden a su historia, ni del todo es mía, yo no quise ser programada el 14 de diciembre de 2004 para una operación de cesárea, pero fui convencida que así fuera, finalmente un par de horas antes de que fuera 14 se rompió la fuente y nació en los primeros minutos de esa fecha, de tal suerte que se le ocurrió nacer, el día que le dio la gana, comenzaba a tomar decisiones.
Cuando lo vi, le dije ¡hola bebé, qué gusto conocerte!, la verdad no se me ocurrió algo más, obvio no hubo gesto de expresión de su parte, pero escuché su llanto, tal como me dijeron que ocurriría. Al otro día, al amanecer, apenas lo volví a ver, lo revisé de pies a cabeza, era tan pequeño, le faltaban semanas, le faltaban gramos, le faltaba color, le sobraba pelo, le sobraba hambre, le faltaba aprender a comer, así que no hubo más tiempo para seguirlo enamorando y contemplarlo, había que enseñarle…
Salimos del hospital un par de días después que nació, un día antes bajé a los cuneros del hospital para observar a las enfermeras bañar recién nacidos, ¡qué rapidez!, ¡qué experiencia!, ¡qué manera de hacerlo!, ¡qué pinche miedo! (pensé). Esa primera noche en casa, hacía demasiado frío, pensé que sería mejor que durmiera conmigo, pero no lo logré, estaba incómodo, así que mejor se durmió en su moisés y esa noche dormimos bien, seguía tomando decisiones. ¿Sería verdad que nunca más volvería a dormir igual?, era la duda que me asaltaba, no ha sido así a la fecha, pero era demasiado pronto para saberlo.
Al otro día lo bañamos, entre su papá y yo, no fue difícil, en parte porque lo hicimos con el mayor cuidado posible, adaptarse a sus horarios (sin hora) fue otro boleto, le faltaban gramos y había que dejarlo comer todo lo que quisiera y yo, como su proveedora debía comer igual, ¿cómo carajo compaginar el yo tener que comer tanta proteína con tan poca actividad física?, pues así de natural fue, se hizo, pasaron 50 días antes de separarnos porque yo tenía que volver a trabajar. Así comenzó algo más, que esa persona tan pequeña, a partir de ese momento ocupaba gran espacio en mi mente, el tiempo debía pasar volando para que yo apenas pudiera, hiciera lo propio y llegara con él, así funcionaba esa relación, él parecía no echar de menos mi ausencia, señal que estaba a buen recaudo, según consideraba yo.
Pasaron los días, al mes pesaba lo que un niño de ese tiempo debía pesar, ganó gramos suficiente; corrieron los meses, comenzaron los dientes a los 4, a los 6 no quiso más seguirse alimentando de mí, seguía tomando decisiones, a los 8 meses tenía 8 dientes, gateaba perfecto, a los 10 se incorporaba, a los 11 caminaba sosteniéndose de lo que encontrara a su paso, y unos días, antes de cumplir su primer año me hizo bajarlo de los brazos y comenzó a caminar sin ayuda alguna y sin tambalear, y nadie lo ha parado, hasta ahora.
Posiblemente como dice una gran amiga, madre de dos, estoy fuera de contexto, no se trata de decir que esto sea fácil o difícil, o como diga otra amiga, depende de qué tan complicado te lo quieras hacer, lo que sí, creo, acorde a mi forma de ser, no ha habido sacrificio dado o hecho en eso de ser madre.
Sí ha sido una emoción, la más fuerte de mi vida, a mis amigos sin hijos siempre les digo: ¿quieres emociones fuertes? ten un hijo, ¿es la experiencia más enriquecedora que existe? tampoco lo sé, pero sí siento que es la que más me complementó como persona, porque el hecho en sí, de acompañar a una persona que de ti nació, tener claro que un día hará su propia historia, basado en lo que en gran medida le transmitas, me hace reflexionar muy seguido en lo que significa... eso de ser madre.
Lo que me encanta de ser madre es cómo nos enamoramos de nuestros hijos y en tu texto se nota lo mucho que lo has disfrutado. Felicidades por Matías.
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