viernes, 27 de noviembre de 2009

Eso de ser madre...(Parte II)


Por fin nace el que será llamado el "Ratón", para efectos prácticos, ya dije que me pareció el recién nacido más bonito que había visto en mi vida, sí sé que no lo fue. Por razones que no corresponden a su historia, ni del todo es mía, yo no quise ser programada el 14 de diciembre de 2004 para una operación de cesárea, pero fui convencida que así fuera, finalmente un par de horas antes de que fuera 14 se rompió la fuente y nació en los primeros minutos de esa fecha, de tal suerte que se le ocurrió nacer, el día que le dio la gana, comenzaba a tomar decisiones.

Cuando lo vi, le dije ¡hola bebé, qué gusto conocerte!, la verdad no se me ocurrió algo más, obvio no hubo gesto de expresión de su parte, pero escuché su llanto, tal como me dijeron que ocurriría. Al otro día, al amanecer, apenas lo volví a ver, lo revisé de pies a cabeza, era tan pequeño, le faltaban semanas, le faltaban gramos, le faltaba color, le sobraba pelo, le sobraba hambre, le faltaba aprender a comer, así que no hubo más tiempo para seguirlo enamorando y contemplarlo, había que enseñarle…

Salimos del hospital un par de días después que nació, un día antes bajé a los cuneros del hospital para observar a las enfermeras bañar recién nacidos, ¡qué rapidez!, ¡qué experiencia!, ¡qué manera de hacerlo!, ¡qué pinche miedo! (pensé). Esa primera noche en casa, hacía demasiado frío, pensé que sería mejor que durmiera conmigo, pero no lo logré, estaba incómodo, así que mejor se durmió en su moisés y esa noche dormimos bien, seguía tomando decisiones. ¿Sería verdad que nunca más volvería a dormir igual?, era la duda que me asaltaba, no ha sido así a la fecha, pero era demasiado pronto para saberlo.

Al otro día lo bañamos, entre su papá y yo, no fue difícil, en parte porque lo hicimos con el mayor cuidado posible, adaptarse a sus horarios (sin hora) fue otro boleto, le faltaban gramos y había que dejarlo comer todo lo que quisiera y yo, como su proveedora debía comer igual, ¿cómo carajo compaginar el yo tener que comer tanta proteína con tan poca actividad física?, pues así de natural fue, se hizo, pasaron 50 días antes de separarnos porque yo tenía que volver a trabajar. Así comenzó algo más, que esa persona tan pequeña, a partir de ese momento ocupaba gran espacio en mi mente, el tiempo debía pasar volando para que yo apenas pudiera, hiciera lo propio y llegara con él, así funcionaba esa relación, él parecía no echar de menos mi ausencia, señal que estaba a buen recaudo, según consideraba yo.

Pasaron los días, al mes pesaba lo que un niño de ese tiempo debía pesar, ganó gramos suficiente; corrieron los meses, comenzaron los dientes a los 4, a los 6 no quiso más seguirse alimentando de mí, seguía tomando decisiones, a los 8 meses tenía 8 dientes, gateaba perfecto, a los 10 se incorporaba, a los 11 caminaba sosteniéndose de lo que encontrara a su paso, y unos días, antes de cumplir su primer año me hizo bajarlo de los brazos y comenzó a caminar sin ayuda alguna y sin tambalear, y nadie lo ha parado, hasta ahora.

Posiblemente como dice una gran amiga, madre de dos, estoy fuera de contexto, no se trata de decir que esto sea fácil o difícil, o como diga otra amiga, depende de qué tan complicado te lo quieras hacer, lo que sí, creo, acorde a mi forma de ser, no ha habido sacrificio dado o hecho en eso de ser madre.

Sí ha sido una emoción, la más fuerte de mi vida, a mis amigos sin hijos siempre les digo: ¿quieres emociones fuertes? ten un hijo, ¿es la experiencia más enriquecedora que existe? tampoco lo sé, pero sí siento que es la que más me complementó como persona, porque el hecho en sí, de acompañar a una persona que de ti nació, tener claro que un día hará su propia historia, basado en lo que en gran medida le transmitas, me hace reflexionar muy seguido en lo que significa... eso de ser madre.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Eso de ser madre...(Parte I)

Hoy comienzo a hablar de lo que para mí ha significado ser madre, todo esto viene a cuento porque en pocos días cumpliré 5 años de serlo, con todas las cosas que ese papel en mi vida ha conllevado.


Mi maternidad no sé cuando comencé a vivirla, si cuando supe el embarazo o cuando nació mi hijo, lo que sí es que desde entonces empecé a escuchar una serie de voces y consejos que iban desde que: “deja que empiecen los ascos y náuseas”, “ay no, lo peor empieza al quinto mes con tanto calambre”, “no, no, deja que no puedas cargar tantos kilos, querrás que ya nazca”. De más está decir que durante el embarazo me la pasé esperando las náuseas, es más yo sabía todos los remedios que me podían permitir salir airosa de esa etapa, los calambres no hicieron su aparición, tampoco mi hartazgo por cargar tantos kilos, que ni fueron tantos.

Llegó el tan inesperado día en que nació… digo inesperado porque dada mi manera de ser, tan aprehensiva no quería pensar en el día en que se separara de mí, de verdad me había creído esas historias de que era imposible separarse del “fruto de tu vientre”, por tal, yo quería que mi embarazo durara el mayor tiempo posible, casi me podría quedar de muestra eterna, pero eso sí, bien tranquila.

Nació un niño, como nos habían dicho sería, gracias a un ultrasonido realizado en la semana 25, lo escucho llorar y pensé en lo increíble que podía ser la creación de un individuo, diferente a los que lo engendraron, el Ratón era horrible y yo reconozco que se me hizo el recién nacido más bonito que mis ojos hayan visto, ¡pobre ilusa! las fotos posteriores de una semana, un mes, un año y a la fecha me han demostrado lo contrario.

Un elemento adicional, se suponía que de ese día en adelante mi vida no sería la misma nunca más, que seguramente no volvería a pegar el ojo con la misma tranquilidad de hasta esa fecha o una semana antes o 9 meses antes; es cierto que han habido noches que no he dormido suficiente, pero a la fecha ninguna ha sido provocada por el hecho o a consecuencia de ser madre.

De hecho hasta ahora de lo que llevo escrito, empiezo a caer en una especie de duda existencial, ¿algo estoy haciendo mal? De lo que he sabido, por escucharlo en charlas, leído en libros y otras publicaciones, ser madre es una tarea no difícil, sino la más en la vida, por qué? Ah pues porque en tus manos tienes la formación de un individuo, ajá, hasta ahí suena a “rompe madres”, incluso he escuchado decir que ser madre es difícil pero una bendición para toda mujer, sí puede ser vista como tal, pero difícil? Sigo sin entender y por eso y dado que me da la gana, lo continuaré en próximos días… mientras platico y espero poderles explicar lo que hasta ahora para mí ha sido eso de ser madre.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Hubieras empezado por ahí…


Yo tengo la vida que siempre hubiera querido tener, sino hubiera conocido otra manera de vivir.
(Dicho mío, acerca del tema)


Nos han dicho tantas veces que el “hubiera” no existe, que a fuerza de repetirlo, a mí casi me convencen de ello, es de esas frases que nos lo dicen en tono filosófico-regañón (con un aire mamila de refilón); lo que es peor, lo he dicho yo, a veces, para consolar a alguien o porque creo que ese alguien no quiere escuchar otra cosa o que nada más lo consolaría en ese momento.

Es un hecho innegable, que tratándose de una expresión hipotética, no se tienen bases reales para evaluar si alguna opción no tomada o la consecuencia de la misma habrían sido mejor; no obstante explico mi punto de vista, así que con su permiso.

Gramaticalmente, pues obvio, sí existe, eso dice la RAE y por tanto es ley, los que han leído éste espacio, saben bien que suelo criticar a los integrantes de la Academia, pero son nuestro punto de referencia obligada; pero nomás es la forma pretérita imperfecta del verbo hacer, en sus conjugaciones para la primera y tercera persona.

Acorde a como uno se sienta ante el pensamiento del “hubiera” creo que puede ser cualquiera de los siguientes:

Es el arrepentimiento en su máxima expresión, la experiencia que decidimos despreciar, el camino incorrecto elegido, autoconvicción de la necedad, las malditas ganas de atormentarnos pensando que el camino elegido fue el peor, es el edén del fracasado; la conjugación perfecta de la ideología de la equivocación.

Es conformismo a todo lo que da, cuando triunfa lo menos peor, sirve para comenzar de nuevo a equivocarse con lo mismo o a tropezar con la misma piedra y lo que nos lleva “otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores” (frase cortesía del filósofo José Alfredo Jiménez)

Es pasado y futuros enfrentados, el surrealismo aplicado a nuestra vida, como nuestros “recuerdos del porvenir” que idiotamente imaginamos tendremos; la conciencia de nuestra impotencia, de no poder cambiar tal o cual cosa, porque de poder, no hubiéramos tomado el camino equivocado.

Ahora voy yo, para mí el “hubiera” significa la posibilidad de reconciliarme conmigo misma, con las decisiones que tomé en determinado momento, porque por todas ellas uno paga la consecuencia y las asume con el estilo que prefiera, y hasta sin estilo. Cualquier “hubiera” para mí no vale tanto como lo que “hubiera” elegido entonces. Por eso creo que el “hubiera” sí existe.