lunes, 21 de septiembre de 2009

Feliz Cumpleaños

Porque hoy tendrías 79 años, porque aún te extraño, porque te amé tanto como no siempre te lo dije (ni tú tampoco), porque debías haber conocido a tu nieto (el se perdió de un gran abuelo), porque creo que te habría gustado (aunque nunca lo sabré), porque eres mi papá.

Te debo una entrada especial, hoy no era día más que para decir cuanto se te quiso.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Ay ¡Qué rico!


Beberlo, comerlo, olerlo, escucharlo, sentirlo, verlo, tocarlo… ay qué rico!, pero lo que se tiene en común es que eso que disfrutamos tanto, nos genera culpa. De esas cosas que de tan buenas que nos parecen y las sentimos que decimos: ésto debe ser pecado!

Todos tenemos placeres, grandes, medianos y pequeños, que nos hacen la vida más llevadera; los grandes nos saben a gloria. Algunos son compartidos con otras personas y por lo mismo nos reunimos para disfrutar (de las personas que más quiero disfrutan el karaoke, con Juanga, Paquita la del Barrio y la Trevi incluidas, oh sí!). Algunos placeres son socialmente aceptables o cuando menos son tolerados. Pero hay algunos que si cualquier persona los menciona en ese momento se les voltea a ver como si fuéramos especialistas en salud y patología mental (loqueros pues!).

Y cada placer pone a todos en su lugar, o todos ponemos nuestro placer en su lugar. Pero hay placeres que tenemos que aunque nos gusten mucho, vamos, son la gloria (o la neta del planeta), esa vocecita interior nos dice que ¿cómo podemos disfrutar semejantes cosas?, viene siendo el colmo para nuestro yo interior. Creo que esos son los llamados placeres culposos: esos que son incongruentes, molestos, triviales, que incluso dan vergüenza confesar.

Pregunté entre mis cercanos sobre las causas de sus placeres culposos y vamos que me dijeron cosas tan disparejas como: el comer y beber compulsivamente, comprarse ropa o zapatos -que no necesitan pero- “estaban divinos y súper-baratísimos!”, el sexo (no entiendo la culpa), la adicción al internet o a las redes sociales, ahorita no lo tengo aquí a la mano (esa fue la respuesta ja!), hace años un churro pero por la paranoia que me daba, placer y gozo se anulan así que no me quedo con culpa, las películas rosa tipo "Mujer Bonita" o la de "Otoño en Nueva York", los reality shows de VH1, quien se voló la barda fue una que respondió: los orgasmos infieles (igual fue la más honesta de las respuestas, una nunca sabe).

Y mi placer culposo es ver películas que ya vi, casi todas rosa, cursis o cómicas, que me relajan, me hacen reír y que jamás estuvieron en la terna de los Óscar o los BAFTA, vamos ni del Ariel (el premio, no el detergente), sé que me da culpa porque casi siempre acabo diciendo: por esta jalada dejé perder dos horas de mi vida? (o de mi sueño?), pero no las dejo pasar apenas las veo programadas.

¿Ustedes tienen algún placer culposo? Algunos son inconfesables, según me confesaron (que lo eran, no cuales eran por desgracia). Por ejemplo a mí la comida no me genera culpa, por extraño que parezca y la disfruto muchísimo, la bebida tampoco, supongo porque ambas no me controlan a mí, que es exacto cuando la culpa se genera o no?, eso que es más fuerte que nosotros pero no podemos dejar pasar y disfrutar que invariablemente nos hace decir “Ay qué rico!” con un dejo de culpa, pena pero con una cara de disfrute y satisfacción que no lo borra el jugo de medio kilo de limones.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Ese extraño e inacabado sentimiento


“No tiene sentido extrañar cosas que no están, sólo lo que está es lo que hace falta, si algo no está, no sirve de nada” (si saben quien lo dijo, avisen pf)

Cuando alguien nos dice: Te extrañé, en realidad sabemos de qué habla?, si acaso equivale a decir Te pensé, creo yo… por ahí dicen que el sentimiento extrañar es algo así como un sentimiento que te aísla de todo, algo íntimo, que preferimos hacerlo a solas, pero te encapsula y atrapa para extrañar en paz.

El sentimiento extrañar sería entonces algo que te desconecta de todo, es decir ves la vida pasar mientras haces otras cosas, pero no logras engancharte ni con la vida ni con sus cosas, permaneces en stand by, sientes que algo te falta, pero algo específico, incluso puedes funcionar, pero te cuesta el doble de lo que te gastarías en hacerlo si estuvieras completo. Esta parte nomás no la voy a entender nunca (ni quiero) porque el amor no se parece en nada a la dependencia de tener a alguien o algo más para funcionar en la vida, para mí es más sencillo decir: sin ti estoy bien, contigo podría estar mejor, pero la media es estar bien siempre, engancharse a vivir, funcionar adecuadamente con lo que la vida diaria traiga, encuentros y desencuentros.

Dos que se aman se extrañan seguramente; pero también sostengo que uno puede cerrar los ojos (aunque los mantenga abiertos) y extrañar a esa otra persona con la conciencia que allá en algún lugar se encuentra seguramente compartiendo un sentimiento hacia ella; de hecho es la mejor parte del sentimiento, si acaso eso es extrañar, manifestación unilateral de algo que de momento no puedes compartirle a la otra persona pero puedes expresarlo; entonces estamos ante el pensar en esa persona ¿o no?

A veces extrañamos con un sobresalto, pensamos que podemos ser reemplazados en los afectos de la otra persona, es cuando se vuelve un sentimiento incómodo, pero entonces no es más que una manifestación de la seguridad de nosotros mismos; ante esto estamos enfrentados con la inseguridad de quien extraña.

También resulta que se extrañan situaciones, ciertas épocas pasadas de nuestra vida, pero eso pasaría a ser nostalgia, otro sentimiento que arrastra melancolía de que lo pasado fue más placentero. Se extrañan, tal vez, y no estoy segura, personas que ya no veremos más en nuestra vida, porque dejaron de formar parte de ella o murieron; pero igual se tiene el grato recuerdo del tiempo compartido y las causales o consecuentes vivencias, entonces estamos recordando.

Como hay muy pocas cosas en la vida que yo entienda o que me dé la gana entender, sostengo que (estas dos palabras última me encantan, es cuando puedo decir lo que yo quiera y se callan los que la lean) es un sentimiento que es malo o bueno, evitable o deseable, agradable o desagradable, pero inacabado, imperfecto, no se sostiene solito, se mezcla con otros para manifestarse y hacernos saber que ahí está; es un sentir al que nos damos derecho y que a veces gustamos de él, sobre todo si lo consideramos una prueba inequívoca del amor; sólo extraña quien ama y el reconocernos capaces de amar nos hace perdonarnos muchos sentimientos que de otra manera no aceptamos.

Lo de hoy lo escribo porque el niño ratón me hizo pensar que en realidad no extrañamos siempre, a veces pensamos en la otra persona pero sabemos que más tarde estaremos en sus brazos, y no dudo que el ratón me ame más que a nadie en este mundo, simplemente tal seguridad ante la vida y el destino de sus afectos en un pequeño ser, me hace agradecer la lección.