jueves, 17 de septiembre de 2009

Ay ¡Qué rico!


Beberlo, comerlo, olerlo, escucharlo, sentirlo, verlo, tocarlo… ay qué rico!, pero lo que se tiene en común es que eso que disfrutamos tanto, nos genera culpa. De esas cosas que de tan buenas que nos parecen y las sentimos que decimos: ésto debe ser pecado!

Todos tenemos placeres, grandes, medianos y pequeños, que nos hacen la vida más llevadera; los grandes nos saben a gloria. Algunos son compartidos con otras personas y por lo mismo nos reunimos para disfrutar (de las personas que más quiero disfrutan el karaoke, con Juanga, Paquita la del Barrio y la Trevi incluidas, oh sí!). Algunos placeres son socialmente aceptables o cuando menos son tolerados. Pero hay algunos que si cualquier persona los menciona en ese momento se les voltea a ver como si fuéramos especialistas en salud y patología mental (loqueros pues!).

Y cada placer pone a todos en su lugar, o todos ponemos nuestro placer en su lugar. Pero hay placeres que tenemos que aunque nos gusten mucho, vamos, son la gloria (o la neta del planeta), esa vocecita interior nos dice que ¿cómo podemos disfrutar semejantes cosas?, viene siendo el colmo para nuestro yo interior. Creo que esos son los llamados placeres culposos: esos que son incongruentes, molestos, triviales, que incluso dan vergüenza confesar.

Pregunté entre mis cercanos sobre las causas de sus placeres culposos y vamos que me dijeron cosas tan disparejas como: el comer y beber compulsivamente, comprarse ropa o zapatos -que no necesitan pero- “estaban divinos y súper-baratísimos!”, el sexo (no entiendo la culpa), la adicción al internet o a las redes sociales, ahorita no lo tengo aquí a la mano (esa fue la respuesta ja!), hace años un churro pero por la paranoia que me daba, placer y gozo se anulan así que no me quedo con culpa, las películas rosa tipo "Mujer Bonita" o la de "Otoño en Nueva York", los reality shows de VH1, quien se voló la barda fue una que respondió: los orgasmos infieles (igual fue la más honesta de las respuestas, una nunca sabe).

Y mi placer culposo es ver películas que ya vi, casi todas rosa, cursis o cómicas, que me relajan, me hacen reír y que jamás estuvieron en la terna de los Óscar o los BAFTA, vamos ni del Ariel (el premio, no el detergente), sé que me da culpa porque casi siempre acabo diciendo: por esta jalada dejé perder dos horas de mi vida? (o de mi sueño?), pero no las dejo pasar apenas las veo programadas.

¿Ustedes tienen algún placer culposo? Algunos son inconfesables, según me confesaron (que lo eran, no cuales eran por desgracia). Por ejemplo a mí la comida no me genera culpa, por extraño que parezca y la disfruto muchísimo, la bebida tampoco, supongo porque ambas no me controlan a mí, que es exacto cuando la culpa se genera o no?, eso que es más fuerte que nosotros pero no podemos dejar pasar y disfrutar que invariablemente nos hace decir “Ay qué rico!” con un dejo de culpa, pena pero con una cara de disfrute y satisfacción que no lo borra el jugo de medio kilo de limones.

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